“Según la información que el Ministerio de Protección suministra al de Educación (aportes al Sistema General de Seguridad Social), el 34% de los técnicos, el 26% de los egresados de carreras tecnológicas y el 23% de los graduados de universitarias de pregrado no están dentro del sector formal; realizan actividades comerciales en la calle, o manejan vehículos de servicio público y demás. Súmese a esa cifra el 13% de los graduados con maestría y el 6% de los doctorados.” “…Son 361 mil hombres y mujeres jóvenes que le apostaron al sueño de la educación superior, que terminaron en el mercado del rebusque.” (Orduz, 2012. EL ESPECTADOR).
Una propuesta que le apunta a disminuir esta desgarradora problemática nace con los “makerspaces” o Laboratorios de creación inspirados en el movimiento maker y comúnmente relacionado a “la tercera revolución”: Una de las iniciativas promotoras de este tipo de espacios comenzó desde el Centro de Bits y Atoms en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Neil Gershenfeld, profesor de la facultad de ingeniería, creó una clase legendaria llamada “How to make almost everything”, que traduce al español – Cómo hacer casi cualquier cosa.
La clase fue aumentando en popularidad de manera rápida y terminó convirtiéndose en materia oficial de la malla académica del MIT. En esta clase los estudiantes podían explotar su creatividad y curiosidad sin límites y construir casi cualquier cosa utilizando las máquinas y herramientas disponibles en el espacio (Dougherty, 2016). Desde entonces, los makerspaces se han popularizado a nivel mundial y llevan diversos nombres como Fablab – hoy en día franquicia oficial del MIT-, hackerspace, makerlab entre otros.
“Se habla del DIY (‘Do It Yourself’: hazlo tú mismo) en las clases de tecnología de algunos centros educativos y del llamado Movimiento Maker o ‘Maker Movement’, con una filosofía concreta, basada en el trabajo en equipo, la diversión, el valor del conocimiento en comunidad y la evolución hacia el DIWO” (‘Do It With Others’: hazlo con otros)(Arango Sarmiento, 2017). Sus principios: crear, aprender, compartir, usar herramientas, jugar, participar, apoyar, cambiar si es necesario. Uno de los objetivos principales de los makerspaces es compartir recursos, conocimiento y crear. Funciona gracias a que se dan dinámicas comunitarias, abiertas y participativas. Los makerspaces, enfocados en la fabricación de elementos que unen lo físico con lo tecnológico, mantienen esta filosofía. “En estos espacios se incentiva la creatividad y se fomenta la creación de comunidad entre personas con inclinaciones STEAM, siglas en inglés que corresponden a ciencias, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas. Los makerspaces son espacios donde se fomenta el intercambio tanto de conocimiento y habilidades como de ideas. Es así como nace la diversión y la sinergia, y se fortalece la colaboración.”
(Cobian, s.f.)
“No podemos insistir con un modelo que basta asomarse a una escuela para ver que no funciona, que no creen en ella ni los directivos, ni los docentes, ni los alumnos, que cuando se les pregunta para qué van dicen ‘porque nos obligan’, y si no, no vendrían nunca. Se debería pensar algo que sea absolutamente transformador. La concepción de tiempo, de espacio, de homogenización que tiene la escuela, todo eso que está naturalizado, debe replantearse”, afirma Jorge Eduardo Noro, Doctor en educación de la universidad Universidad Católica de Santa Fé, Argentina.
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